LA MIRADA COMO COMUNICADORA
Alumnos de 5to Año de la IPEM 138 Jerónimo L. de Cabrera, trabajaron con la teoría y la producción fotográfica sobre la acción comunicadora de la mirada.
Modos de
ver. John Berger. BERGER
La vista llega antes que
las palabras. El niño mira y ve antes de hablar. Pero esto es cierto
también en otro sentido. La vista es la que establece nuestro lugar
en el mundo circundante; explicamos ese mundo con palabras, pero las
palabras nunca pueden anular el hecho de que estamos rodeados por él.
Nunca se ha establecido la relación entre lo que vemos y lo que
sabemos. Todas las tardes vemos ponerse el sol. Sabemos que la tierra
gira alrededor de él. Sin embargo, el conocimiento, la explicación,
nunca se adecua completamente a la visión. El pintor surrealista
Magritte comentaba esta brecha siempre presente entre las palabras y
la visión en un cuadro titulado La clave de los sueños. Lo que
sabemos o lo que creemos afecta al modo en que vemos las cosas. En la
Edad Media, cuando los hombres creían en la existencia física del
Infierno, la vista del fuego significaba seguramente algo muy
distinto de lo que significa hoy. No obstante, su idea del Infierno
se debía mucho a la visión del fuego que consume y las cenizas que
permanecen, así como a su experiencia de las dolorosas quemaduras.
Cuando se ama, la vista del ser amado tiene un carácter de absoluto
que ninguna palabra, ningún abrazo puede igualar: un carácter de
absoluto que sólo el acto de hacer el amor puede alcanzar
temporalmente. Pero el hecho de que la vista llegue antes que el
habla, y que las palabras nunca cubren por completo la función de la
vista, no implica que ésta sea una pura reacción mecánica a
ciertos estímulos. (Sólo cabe pensar de esta manera si aislamos una
pequeña parte del proceso, la que afecta a la retina). Solamente
vemos aquello que miramos. Y mirar es un acto voluntario, como
resultado del cual, lo que vemos queda a nuestro alcance, aunque no
necesariamente al alcance de nuestro brazo. Tocar algo es situarse en
relación con ello.
Nunca miramos sólo una
cosa; siempre miramos la relación entre las cosas y nosotros mismos.
Nuestra visión está en continua actividad, en continuo movimiento,
aprendiendo continuamente las cosas que se encuentran en un círculo
cuyo centro es ella misma, constituyendo lo que está presente para
nosotros tal cual somos. Poco después de poder ver somos conscientes
de que también nosotros podemos ser vistos. El ojo del otro se
combina con nuestro ojo para dar plena credibilidad al hecho de que
formamos parte del mundo visible. Si aceptamos que podemos ver
aquella colina, en realidad postulamos al mismo tiempo que podemos
ser vistos desde ella. La naturaleza recíporca de la visión es más
fundamental que la del diálogo hablado. Y muchas veces el diálogo
es un intento de verbalizar esto, un intento de explicar cómo, sea
metafórica o literalmente, “ves las cosas”, y un intento de
descubrir cómo “ve él las cosas”.